Una gran iniciativa recluta médicos mexicanos para construir puentes lingüísticos en los Estados Unidos

Un médico y un experto de políticas se unen en un esfuerzo de décadas para traer médicos mexicanos a California – y los obstáculos que enfrentaron.

El Dr. Armando Moreno atiende a un paciente en la Clínica CSVS Gonzales.(Mayra Pantoja)

El Dr. Armando Moreno atiende a un paciente en la Clínica CSVS Gonzales.(Mayra Pantoja)

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Max Cuevas no lo tuvo fácil cuando era niño. Su familia, junto con todas las familias que conocía, se ganaban la vida trabajando duro en los campos de Lindsay, California.

“Llevas un saco de aproximadamente 70 libras que llenas con naranjas o limones y subes y bajas por una escalera. Ya que está lleno, lo vas a botar y luego comienza nuevamente el proceso”, describió Cuevas.

Él y sus ocho hermanos iban a la escuela durante la semana y en el fin de semana trabajaban con la familia. Lo mismo ocurría con las vacaciones. En Navidad, Thanksgiving, y Año Nuevo, se quedarían en el campo.

Durante los meses fríos, recogían naranjas y limones. Luego, tan pronto  comenzaban las vacaciones de verano, toda la familia empacaba su auto y manejaban hacia San José para vivir en campamentos de tiendas de campaña recogiendo cerezas, albaricoques y peras. En agosto, manejaban hacia el sur, a Fresno, para la temporada de uvas antes de regresar a Lindsay para el inicio del año escolar y la siguiente temporada de naranjas. Este era el ciclo, año tras año.

 

Tragedia inspira a Cuevas

 

El trabajo era duro, pero esta familia mexicoamericana era unida y pasaba los días riendo y bromeando juntos en español.

Pero en 1962, una tragedia ocurrió cuando uno de los hermanos de Cuevas se enfermó. Le recetaron penicilina y tuvo una reacción alérgica grave. Unos días después murió y la familia quedó destrozada.

Cuevas recuerda el dolor.

“Viendo el dolor y el llanto era inconsolable. Lo pude ver en mi mamá y mi papá, mi abuela, mis otros hermanos y hermanas, y pensé: ‘Si pudiera convertirme en médico, tal vez haría una diferencia’”.

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Ese día, Cuevas decidió que se convertiría en médico y comenzó a poner más atención a los problemas de salud de su comunidad.

Un día, en un campamento de tiendas de campaña en San José, escuchó a una mujer hablar de su enfermedad. Sufría de dolor en el abdomen y trajo a su hija para que le ayudara a traducir al médico.

Le dijo a su hija que tenía “dolor del bazo”, pero la niña no sabía la palabra para bazo en español. En cambio, entendió “vaso” así que tradujo “dolor del bazo” a “dollar in the glass”, o “dólar en el vaso”.

El médico estaba perdido y no pudo ayudar a la madre.

 

Dos caminos similares a punto de cruzarse en grande

 

A sólo unos pocos pueblos de donde vivía Cuevas en California, otro joven mexicano-estadounidense llamado Arnoldo Torres estaba teniendo una experiencia similar.

“Mi abuelo me dijo que yo estaba en la edad en que tenía que hacer la cosa cristiana. Y le pregunté: ‘Papi, ¿qué es eso?’ Y me dice, ‘hay que contribuir al bienestar de la familia. Hay que trabajar’”, recordó Torres.

Torres tenía la mente puesta en ir a la universidad y, después de obtener una licenciatura en ciencias políticas, se fue lejos de su casa hasta Washington DC donde obtuvo una maestría en políticas públicas.

Mientras en California, Max Cuevas estudió medicina, se convirtió en obstetra y ginecólogo y aceptó un trabajo como director médico en la Clínica de Salud del Valle de Salinas. Allí sirvió a una comunidad de trabajadores agrícolas parecida a la comunidad de su niñez. 

El Valle de Salinas, donde estaba ubicada la clínica, produce una gran cantidad de las frutas y verduras que comemos en Estados Unidos, y por eso tiene una de las poblaciones más altas de trabajadores agrícolas en todo el país.

Arnoldo Torres regresó a California para asesorar a las clínicas de salud locales y fue entonces cuando él y Cuevas finalmente se conocieron. La  conexión fue instantánea.

Torres recuerda: “Él y yo nos atraemos porque los dos trabajábamos en el campo. Había un vínculo muy especial. Hay solidaridad entre nosotros por las experiencias comunes que tuvimos de niños creciendo en el mismo tipo de entorno”.

 

El TLCAN (NAFTA) provoca migración

 

En 1993 sucedió algo que cambiaría la estructura de estas comunidades y llevaría la clínica de Cuevas a un punto de ruptura. TLCAN, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte también conocido como NAFTA, eliminó los aranceles comerciales entre México y Estados Unidos.

Esto abrió la puerta para que las empresas agrícolas estadounidenses fuertemente subsidiadas exportaran sus cultivos al sur de la frontera por debajo del costo en el mercado mexicano. El resultado fue devastador. Muchos agricultores mexicanos locales perdieron prácticamente todos sus ingresos y los empujó a ir a Estados Unidos para intentar ganarse la vida en los campos.

La clínica donde trabajaba Cuevas se atascó a medida que llegaban cada vez más trabajadores agrícolas de México que hablaban español y lenguas indígenas. No había suficientes médicos que conocieran los idiomas o la cultura.

 

Cuevas y Torres se van de misión

 

Torres y Cuevas decidieron que tenían que hacer algo. Entonces, en 1997, cuando el problema empeoraba aún más, a Torres se le ocurrió un plan descabellado.

“La única vía que teníamos era salir y ver si podíamos traer médicos”, dijo Torres.

Quería crear un programa que permitiera a los médicos mexicanos trabajar en los Estados Unidos por 3 años, en áreas que tan desesperadamente necesitaban médicos que hablaran español.

No fue una propuesta sencilla; para hacerla realidad se necesitarían acuerdos entre los gobiernos de Estados Unidos y México, la junta médica de California, las universidades mexicanas y el sistema de escuelas de medicina de California. Parecía imposible. Pero sin otras opciones, siguieron adelante.

“Sabía que iba a ser una iniciativa formidable por quiénes teníamos en contra, que eran todos, de verdad, todos”, dijo Torres. 

Cuevas dijo: “Me sorprendió que habían grupos de médicos latinos que estaban en contra del programa. De hecho, uno de ellos lo denominó ‘Programa Médico de Braceros Mexicanos’”.

Pero después de tres largos años de reuniones y promoción, la ley AB1045 fue aprobada por la legislatura de California y firmada por el entonces gobernador Gray Davis en septiembre de 2002.

Debido a que se temía que los médicos mexicanos no estuvieran a la altura, el proyecto de ley especificaba que habría un programa de orientación en las facultades de medicina de la Universidad de California (UC) para ayudarlos a integrarse al sistema médico estadounidense. Al final, las escuelas no aceptaron cooperar.

“No pudimos implementarlo porque no había ninguna facultad de medicina de la UC que quisiera cooperar. Simplemente languideció”, dijo Torres. “Ay, la furia, la frustración, todo el sufrimiento que siente nuestra población porque no puede acceder a la atención médica”.

El programa quedó en suspenso, los meses se convirtieron en años, y el tiempo pasó, pero los trabajadores agrícolas siguieron trabajando duro. Todavía se enfermaban. Todavía no podían entender a los médicos y todavía sufrían.

Para 2015, la clínica de Cuevas en Salinas estaba completamente atascada, por lo que tomó el teléfono para llamar a su viejo amigo.

Decidieron darle una oportunidad más a su esfuerzo. Pero esta vez decidieron trabajar con un hospital local para el programa de orientación. Eligieron el Centro Médico Natividad justo al lado de Salinas.

 

Llegan los médicos

 

A principios de agosto de 2021, el primero de los 30 médicos mexicanos aprobados se subió a un avión y voló a California.

Armando Moreno, obstetra y ginecólogo de la Ciudad de México, recuerda su primer día de trabajo.

“Para ser honesto, estaba realmente asustado”.

Pero Moreno empezó a ver cuánto apreciaban los pacientes que les hablaban en su idioma.

“Construyes este puente entre tu paciente y tú. Hay mucho entendimiento mutuo, como empatía. Hay una comunicación subconsciente entre personas de la misma cultura”, dijo Moreno.

Blanca, una paciente hispanohablante cuyo apellido omitimos para proteger su privacidad, compartió lo difícil que había sido comunicarse con los médicos y el gran alivio que fue encontrar la Clínica de Salud del Valle de Salinas (CSVS).

“Simplemente para hacer las citas se me hacía al principio bien difícil, pero ahorita ya no. Aquí ya me siento como pez en el agua porque siempre hay alguien que te va a contestar en español”, dijo.

Los médicos de CSVS han creado tal nivel de confianza con sus pacientes de habla hispana que algunos empezaron a hablar sobre más que sus dolencias físicas.

“He escuchado historias terribles, sobre cruzar la frontera, cruzando la frontera entre Guatemala y México. Quiero decir, la gente lucha mucho por estar aquí”, dijo Moreno.

Como obstetra y ginecólogo, atiende a muchas mujeres que sufrieron agresiones sexuales durante sus viajes. Adolescentes cuentan historias de haber sido separados de sus padres. Mujeres y hombres que empiezan a platicar sobre el abuso, la depresión y la ansiedad en sus vidas.

“Creo que es esta oportunidad que tenemos para intentar ayudarlos, abrirles el corazón y hablar abiertamente. Este es el primer paso para la curación”, dijo Moreno.

Hoy en día hay 30 médicos en el programa, cada uno servirá durante 3 años y podrá ayudar a cientos de pacientes de habla hispana antes de que se regresen a México. El objetivo es que en los próximos años participen en el programa aún más médicos, dentistas y psiquiatras. Una versión actualizada del proyecto de ley pretende tener más de 200 médicos para 2036.

Sin embargo, es importante decir que, aunque la AB1045 está teniendo un gran impacto en la vida de las personas, el alcance del problema es demasiado grande para que un solo programa pueda manejarlo.

“Es una curita. Nunca tuvo la intención de ser la respuesta. Su objetivo era dar tiempo para que el sistema de la UC asumiera una mayor responsabilidad”, dijo Torres.

El alcance del problema es enorme y este programa no puede solucionarlo todo, pero Cuevas, Torres y todos los médicos mexicanos sienten una victoria cada vez que sus pacientes ven que tienen a alguien de su lado.

Como estos médicos mexicanos están aprendiendo, la necesidad de ser entendido es lo que hace palpitar el corazón de la salud humana.

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