Esta historia es parte de la The 47: Historias along a bus route, una colaboración con WHYY’s PlanPhilly, Emma Restrepo, y Jane M. Von Bergen.
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Para el abogado Steven Larín, el tema de la inmigración no es solo global, es sobre todo personal.
Larín, quien es abogado de inmigración y Director de Inmigración del Centro de Servicio de Nacionalidades (Nationalities Service Center, NSC, por su sigla en inglés), ve las procesiones que cruzan la frontera; esas olas de inmigrantes expulsadas gracias a la economía global, al cambio climático y por causa de esas fuerzas políticas fuera de control, arremolinadas en burocracia y leyes injustas.
Eso es lo global, pero para este abogado es también personal.
Larín recuerda a su madre, ya fallecida, y a su padre, cuando llegaron a Los Ángeles desde El Salvador en la década de 1970. Llegaron con su hijo mayor y ya instalados en Los Ángeles, nació Steven, el primer ciudadano estadounidense en una familia de cuatro.
“Ellos [sus padres] siempre trabajaron en fábricas, haciendo trabajos difíciles, con horarios difíciles, siempre cansados, siempre trabajando, pero luchando por construir una vida mejor para sus hijos”, dijo Larín. “Viviendo en casa como hijo de inmigrantes, fui testigo de los obstáculos y sí, siempre pensé que, si tuviera la oportunidad, ayudaría”. Y Larín cumplió.
Se graduó de Swarthmore College en Ciencia Política gracias a una beca y la cercanía de este College con Filadelfia fue definitiva en su vida. “Swarthmore College se enfoca en lo académico, pero también en justicia social”. Volvió a Los Ángeles y se graduó en leyes de Loyola University y en esta ciudad y a través de su propia organización, ayudó durante cuatro años a refugiados de El Salvador. Regresó a Fili, se casó, y entró a trabajar a Nationalities Service Center, su único y el mejor trabajo desde hace 15 años. Por su escritorio han pasado miles de casos de inmigración de quienes llegan a la ciudad del amor fraterno para establecerse.
Para muchos inmigrantes sin raíces en la ciudad, NSC es como un segundo hogar. Ya sea que vengan del norte o del sur de la ciudad, es la ruta 47 la que los deja cerca de la calle 12 y Arch, en ese edificio antiguo de la ciudad enfrente del Convention Center. Es en ese edificio en donde se pelea por un estatus legal. NSC es una organización no gubernamental que durante los últimos 100 años ha ayudado a asilados y refugiados del mundo entero. Quizás sean ellos más que nadie, quienes ven los rostros reales de lo que las noticias de inmigración traen a manera de pinceladas y sin contexto. Son ellos, como pocos, quienes tienen la memoria de cómo Filadelfia se ha ido coloreando, así como la historia de dificultad de muchos países y las consecuencias a largo y a mediano plazo, de las políticas erráticas de los Estados Unidos especialmente en América Latina.
“Hemos trabajado con refugiados de Vietnam después de la guerra; hemos trabajado con refugiados de varios países después de la Segunda Guerra Mundial. Yendo más atrás, vemos todos los grupos que ahora hacen presencia en Filadelfia”, dijo Larín. “Es fundamental que todos entendamos esa historia ahora, la historia de todos estos grupos que han creado la Filadelfia que existe hoy”.
En otras palabras, para Larín el tema es sencillo: “Filadelfia es Filadelfia debido, entre otras, a la contribución de todos los inmigrantes de todo el mundo. En este momento, tal vez la atención se centre en los inmigrantes latinoamericanos, en el futuro, su contribución a Filadelfia será obvia, al igual que los primeros inmigrantes que dejaron sus huellas en la ciudad”.
“Nationalities Service Center ha tenido la oportunidad de ver y de participar en esa historia durante mucho tiempo”, dijo Larín. “Seguimos aprendiendo de las comunidades a las que ayudamos porque cada comunidad tiene diferentes necesidades y oportunidades. Estamos aprendiendo y cambiando nuestros servicios para ayudar lo más que podamos”.
Él sabe de primera mano que el camino de la inmigración nunca es fácil. Él fue testigo de cómo impactó a su familia. Cuando él y su hermano mayor fueron a la escuela primaria, la escuela trató a su hermano diferente, a pesar de que llegó a este país cuando aún era un niño de brazos.
“La población de las escuelas públicas estaba cambiando y había mucha tensión, muchos problemas”, recuerda Larín. “A las personas de diferentes comunidades, no les gustaba que hubiera tantos inmigrantes latinos”. En casa, su padre hablaba sobre el trato injusto en el trabajo, un tema común entre primos y amigos. “Al mismo tiempo, lo pasamos bien y encontramos felicidad en lo que hacíamos y cuando nos reuníamos”, recordó.
Los problemas de inmigración cambian con el tiempo y con la aprobación de las distintas leyes. “Pienso mucho en la historia migratoria del pueblo salvadoreño”, dijo Larín. Contó que en la década de 1980, muchos huían de la guerra en El Salvador y vinieron a Estados Unidos en busca de asilo, “y a la mayoría se les negó”. Recordó también que “los inmigrantes de Nicaragua estaban siendo tratados de manera diferente, debido a la oposición de Estados Unidos con el gobierno nicaragüense de izquierda. Pero el pueblo salvadoreño era un pueblo organizado, que se metió en política, se organizó y luchó para cambiar esa situación”, dijo.
Ese grupo al que él se refiere obligó al gobierno a darle a los salvadoreños y a otras personas una segunda oportunidad de asilo. Así nació la Ley de Ajuste a Nicaragua y Ayuda a Centroamérica (NACARA, por su sigla en inglés) aprobada en 1997; y esa misma ley también ayudó a algunos salvadoreños y guatemaltecos a obtener la residencia.
“Cuando comencé como abogado, estaba trabajando con esa comunidad con esa ley”, dijo. Más de 300 personas al día acudían a su organización sin ánimo de lucro, en Los Ángeles, para registrarse y obtener la residencia.
“Para mí es interesante el momento que estamos viviendo porque nuevamente en las noticias se habla mucho de Centroamérica, específicamente de El Salvador, Honduras y Guatemala. Y la historia está conectada, claro, porque los que están huyendo están huyendo de situaciones creadas hace años en El Salvador, pero es también la realidad que las leyes migratorias de Estados Unidos crearon”.
Larín explicó que “algunas personas que crecieron en los Estados Unidos y que fueron deportadas por diferentes leyes migratorias, cuando regresaron a sus países de nacimiento, llevaron prácticas culturales que habían aprendido aquí. Algunas prácticas fueron positivas, pero otras, como la cultura de pandillas y de violencia, no lo fueron. Esas pandillas crecieron y se afianzaron, y son esas condiciones violentas las que justamente llevan a la gente a buscar refugio en los Estados Unidos. La gente está huyendo de la violencia de las pandillas en Centroamérica, pero las pandillas de las que están huyendo se originaron en Estados Unidos”, dijo.
“Las pandillas, por ejemplo, toda esa historia, todo está conectado, por eso es muy interesante para mí trabajar con jóvenes que vienen de Centroamérica. Han estado huyendo de eso, a veces de la pobreza, pero también de la violencia”, dijo.
Cuando Larín mira la inmigración desde un punto de vista aún más amplio, para él, el movimiento de personas no es diferente al movimiento de la economía global. Las empresas y el capital y las inversiones dan vueltas por todo el mundo en busca de contextos políticos y económicos adecuados para producir a bajo costo con excelentes ganancias.
Como consecuencia, la gente, dijo, hace lo mismo: “moverse de un lugar a otro y de un país a otro para prosperar”.
“La gente tiene derecho a trabajar y si el trabajo ya no existe en un lugar, o si hay desastres naturales, o violencia, la gente va a buscar donde tenga la oportunidad de aportar y prosperar, ¿verdad? Todos los estudios han demostrado que los inmigrantes vienen y crean nuevos negocios más que las personas nacidas aquí”, agregó. “Cuando la gente tiene trabajo, compra cosas, compra casa, contribuyen”, dijo, señalando que muchos inmigrantes en Filadelfia han estado aquí por más de una década. “Ya son parte de nuestra comunidad; no son extraños, son personas que ya están aquí. Ellos van a la escuela con nuestros hijos; trabajan con nosotros en nuestros trabajos; van a la iglesia. Ya son parte de nuestra comunidad”.
Larín se siente esperanzado por los cambios en las políticas de inmigración que ha prometido el presidente Biden.
“Las leyes de inmigración deben respetar el derecho de cada persona a trabajar y debe brindarles a las personas la oportunidad de mantener a sus familias y a sí mismos, lo que a la vez contribuye a la prosperidad económica de todos los ciudadanos”, opina Larín. “Yo agregaría [que] la ley de inmigración de los EE. UU. también debe centrarse en mantener unidas a las familias y brindar refugio a quienes huyen de persecución”.
Larín también se siente esperanzado por el anuncio del presidente Biden de que habrá más ayuda para los países latinoamericanos y para organizaciones en esos países “que ayudan, que trabajan contra la violencia, que trabajan contra la corrupción. Estados Unidos, que con sus políticas ha impactado a los países latinoamericanos, tiene la responsabilidad de pensar cómo puede ayudar y cómo puede brindarle oportunidades a los latinoamericanos que están aquí”.
En Nationalities Service Center, Larín trabaja con inmigrantes de todas partes. Dice que a lo largo de los años, los inmigrantes de África han sido el grupo de más rápido crecimiento, pero los latinos y asiáticos son los grupos más numerosos. Últimamente, la mayoría de los latinos son de México, Guatemala, Honduras y El Salvador, dijo. En Pensilvania, los inmigrantes asiáticos y latinoamericanos son los grupos más grandes, en particular los inmigrantes de China e India.
“El año pasado ayudamos personas de más de 110 países de todo el mundo”, dijo.
En una mirada retrospectiva de 100 años de historia de Nationalities Service Center, Larín dice que, “cuando hay problemas, cuando hay guerras, cuando hay un ambiente de corrupción, cuando hay migración, para los inmigrantes que vienen a Filadelfia, NSC siempre ha abierto las puertas para dar asistencia, para ayudar, pero también para decirle a la gente que son bienvenidos”.
Larín está hablando de algo más que ayudar a los inmigrantes por algún sentido de caridad hacia “las masas apiñadas que anhelan respirar libremente” (“the huddled masses yearning to breathe free”), como dice el poema de la Estatua de la Libertad escrito por Emma Lazarus. Así como Filadelfia trabaja para traer negocios promoviendo el crecimiento económico, así mismo debería trabajar para atraer inmigrantes para contribuir a la vitalidad cultural y económica de la ciudad.
“Debemos querer a los inmigrantes y darles la bienvenida. Filadelfia ha estado perdiendo población en los últimos años y con el aumento de la inmigración, la región está cambiando”, dijo. “Los inmigrantes llegan a la ciudad a trabajar y a reunirse con su familia, y al hacerlo, están ayudando a reconstruir y a fortalecer nuestras comunidades”.
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